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El Teatro Sucre y la plaza de piedra conforman otro espacio de reencuentro urbano y de difusión del arte.
La gente se siente a gusto en este sitio y mucho más cuando admira el Teatro Sucre: flamante, bien presentado, como si hubiese sido edificado hace poco tiempo. Eso piensa la manabita Leonor Zambrano, quien vino a Quito a conocer con más calma las iglesias. “El Sucre se ve nuevo y bonito, por eso no creía que tiene más de 100 años”. Ella se acerca más al frontispicio para ver la alegoría de las artes y una acrótera (animal mítico) en la parte superior.
Zambrano y dos amigas se alejan por la empinada calle Guayaquil, rumbo al territorio de las iglesias más antiguas. José Santacruz, un limpiabotas de la plaza, dice que este sitio es como una segunda casa. Vivió el proceso de restauración del Sucre (1998), cuando el Fondo de Salvamento -Fonsal- comenzó los trabajos de saneamiento y control de humedades (drenes y subdrenes).
El proceso duró cinco años. “Los obreros sudaron fuerte en la reconstrucción; cuando incluyeron piedra en la plaza fui a trabajar en La Marín, pero siempre volvía a mi Plaza del Teatro”, recuerda José, y mira satisfecho la fachada blanca y la estatua de Sucre. La gente va y viene por la plaza en los días calurosos de agosto. Son mujeres, niños, adultos y ancianos. Algunos miran la fachada neoclásica del Sucre.
El arquitecto Franklin Cárdenas es el director de ejecución de Obras y Proyectos Patrimoniales del Municipio de Quito. Él desvela el largo proceso que significó la rehabilitación del Sucre que estaba abandonado. Por ejemplo, el Banco Central (1976-1980) rehabilitó la crujía frontal (hall de acceso), reforzó las dos torres centrales y los dos extremos del teatro (boleterías y cafetería, y en la planta alta un salón de un grupo cultural, hoy funciona un restaurante).
Luego se consiguió un acuerdo por el cual el Ministerio de Educación, dueño del teatro, entregó la administración durante 50 años al Municipio capitalino (23 de noviembre del 2001). Antes, en 1998, arrancó la rehabilitación total a cargo del Fonsal. Hoy lo administra la Fundación Teatro Nacional Sucre, que le ha dado vitalidad mediante una gama extensa de presentaciones de artistas nacionales y extranjeros.
Según Cárdenas, primero se emprendieron obras de infraestructura civil para sanear y controlar la humedad del sector, asentado sobre una antigua quebrada; en la Colonia el sitio era utilizado como carnicería. El nivel freático (humedad) fue tan complejo, más en la pared occidental, que se llegaron a sacar hasta 200 galones diarios de agua del teatro.
El drenaje, en algunos sitios como en el frente del teatro, tuvo una profundidad de 5 m. Por esto, sostiene Cárdenas, los trabajos de drenaje e impermeabilización del suelo fueron arduos y meticulosos.