Patrimonio Histórico> Plaza Grande
La Plaza de la Independencia es el corazón citadino que marca el pulso social de Quito y del país. A este espacio, que luce nuevo rostro desde el 10 de agosto de 1993, convergen los jubilados, principales “dueños de las bancas”, turistas del país y del exterior, fotógrafos, vendedores ambulantes, niños y adultos.
En el centro de la plaza se yergue el monumento en honor a los próceres del 10 de Agosto de 1809, protagonistas del Primer Grito de la Independencia ante el poder de España.
En la Plaza Grande se hallan el Palacio Nacional, la colonial Catedral, el Palacio Arzobispal y el Municipio quiteño, conformando un conjunto arquitectónico que seduce a propios y a extraños.
Hasta la Plaza Grande (el nombre popular) han llegado decenas de opositores descontentos con los gobiernos de turno. En 1997 multitudes derrocaron al efímero gobierno (seis meses) de Abdalá Bucaram por tomar polémicas medidas. El 21 de enero del 2000 le tocó el turno a Jamil Mahuad, quien fue derrocado por una alianza de militares jóvenes, liderados por el coronel Lucio Gutiérrez, e indígenas. El 20 de abril del 2005 cayó Lucio Gutiérrez en una revuelta popular, liderada por los llamados ‘forajidos’.
La Plaza de la Independencia siempre tiene gente de paso. Con periódico en mano, Julio Tipán, jubilado, lee tranquilo en una banca cercana al atrio de la Catedral. Es la mañana del lunes 26 de agosto y Tipán no se inmuta ni por la bulla de un grupo de jubilados del IESS que reclama sus pensiones, tampoco por la vistosa ceremonia militar de cambio de guardia. “Vengo a pie desde mi casa de la Loma Grande –dice- aquí paso desde las 10:00 hasta las 12:00; leo las noticias del día, converso con mis amigos de política y otros temitas y vuelvo al otro día, a la misma hora y a la misma banca; es nuestra plaza”. Sonríe y se acomoda las solapas de su terno oscuro.
Por la plaza deambula José Tigse, vendedor de lotería. “Aquí me gano la vida desde 1990; antes pasaban los carros por la calle Chile, luego la hicieron para caminantes, por suerte a la plaza llegan de todos lados”.
La Chile, solo para peatones, fue parte del proyecto de rehabilitación integral que emprendió, desde el 10 de diciembre de 1990, la compañía Riascos&Riascos. Caminando por la plaza, el ingeniero Gustavos Riascos Estrada, gerente, con 50 años de experiencia, se siente feliz por ver su obra “dinámica, moderna, ágil para la circulación”. Dice que desde 1987 su estado era deplorable: bancas dañadas, el piso de piedra en mal estado, los servicios en soletas…
Riascos dice que asumir la rehabilitación integral de la plaza fue como tener “una papa caliente”, ya que todo el mundo quería opinar sobre las obras de la plaza más querida por los quiteños. Gustavo Riascos y su empresa pasaron carros y carretas. Con él trabajan los dos hijos, igual ingenieros, Julio Gustavo y Diego David. También levantó el monumento a la Mitad del Mundo (30 pisos), obra que hizo en 1982. “Noche tras noche –evoca Riascos- venía el presidente Rodrigo Borja a ver los trabajos; yo le recibía con mucho agrado y charlábamos de los avances”. “Había un cerramiento de madera al filo de la calle Chile. Al alcalde Rodrigo Paz, uno de los mejores, no le gustaba y pidió a la arquitecta Dora Arízaga, directora del Fondo de Salvamento, que la calle se volviera peatonal. Eso ocurrió”.
El doctor Borja sugirió a Paz que lo mismo hiciera con las calles Espejo y Sucre: solo para peatones, como se ven hoy. Riascos ensanchó la plaza hasta el borde del Palacio Arzobispal (por donde iba la Chile) y hacia la Catedral; talló los bordillos y el espacio quedó espléndido. El total del área intervenida: 8 000 m2 con los arreglos en el atrio de la Catedral, mas no en las gradas antiguas.
Lo primero que hicieron fue un vuelco total de los servicios básicos. “Antes, para regar los jardines, explica Riascos, había que instalar dos grandes mangueras, en el Municipio y en la Presidencia, y pedir de favor que suelten el agüita. Era increíble”. Hoy, existen cuatro bombas instaladas en igual número de pilas de piedra y el moderno sistema de riego. Otra innovación: el soterramiento de cables eléctricos, en ocho manzanas a la redonda, ya que antes la plaza se iluminaba con un viejo cableado aéreo y los faroles que, a veces, desaparecían en la noche. También colocaron 12 nuevas bancas.
El cambio de la obsoleta red de agua potable fue otro reto, porque la tubería estaba muy dañada. Hubo trabajos en la calle Venezuela. Otro lío: había un centenario árbol de eucalipto, sembrado por el ex presidente García Moreno a unos pasos de la Catedral.
El historiador Jorge Salvador Lara (+) alertó para que no tumbasen el árbol. El alcalde Paz rogó al ingeniero Riascos que lo cuidara. Pero una noche un volquetero de la empresa, borrachito, que salía de una bodega de las calles Espejo y García Moreno, dio retro, no vio el árbol y lo tumbó. Borja no inauguró la obra. Ya dejó el poder. La ceremonia, de mucha pompa, la presidió el presidente Durán Ballén.
Se ve elegante con piedras de 30x60, traídas de una cantera de Gualaceo y del cerro Catequilla, en la Mitad del Mundo.
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Jubilados encuentran en la Plaza Grande su espacio para recordar sus vivencias. Pero también la Plaza de la Independencia ha sido escenario hasta de una guerra.
La obra tuvo diseño italiano. El general Eloy Alfaro creó un fondo para levantar la construcción del monumento.