Patrimonio Histórico>Estación de Chimbacalle> Historia
Un ensordecedor sonido retumba en los oídos. Y al escuchar el rechinar de las ruedas sobre los rieles, los visitantes se paralizan y admiran la entrada del ferrocarril a la estación de Chimbacalle.
Les parece un sueño verlo y se emocionan. Quizá en su afán de constatar que es una realidad, algunos se inclinan y tocan los rieles para sentir cómo vibran por la llegada del tren. Como dicen sus moradores, le devolvió la vida a este tradicional barrio del sur de Quito.
En el ingreso, ubicado en la calle Sincholagua, la gran locomotora número 17 da la bienvenida a los turistas. Este tren llegó al Ecuador en 1917 y está acompañado por la número 169 que data de 1963. Al mirar las máquinas, los visitantes no dejan pasar la ocasión para tomarse una foto. Quieren retratarse con el medio de transporte que logró unir la Sierra y la Costa, como era el anhelo más sentido del general Eloy Alfaro.
La estación de Chimbacalle cumplió 105 años de la llegada del primer tren, un 8 de junio de 1908. El nombre se debe a que en ese lugar había una calle paralela al ingreso principal de Quito. Se deriva del híbrido de la palabra en quichua, chimba (que significa al frente) y calle. Por lo que significa ‘calle de enfrente”.
En la novela que narra la historia de la construcción del ferrocarril de Ecuador, ‘ La Nariz del Diablo’ (Colección Luna Libre, 2010), la escritora Luz Argentina Chiriboga recrea el júbilo que se vivió en Quito, aquel día: “La Maravilla Negra hace su aparición. La primera locomotora, con el número 12, saluda al pueblo quiteño con una pitada larguísima, que es contestada con frenéticos gritos: -¡Viva el ferrocarril! ¡Viva Alfaro!”.
Varios días duró la fiesta tras el arribo de la gran máquina. “Ella trajo el desarrollo de la capital, pues en sus vagones llegó el material para los grandes edificios del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), la Contraloría y el Banco Central del Ecuador (BCE)”, cuenta Guido Jaramillo Garcés, un maquinista que trabajó durante 30 años en el manejo de las locomotoras y ahora lidera la Hermandad de Ferroviarios.
Jaramillo dice que manejó el tren desde 1955 hasta 1985, cuando la estación “estaba abierta las 24 horas del día, pues los trenes entraban y salían con mercadería”. La permanencia de maquinistas, como él, obligó a levantar un edificio que funcionaba como residencia de los obreros, pues debían estar presentes para recorrer las rutas que partían desde Quito hacia Durán y viceversa.
También fue necesario levantar un gran bloque que almacenaba la mercadería para transportar y el andén de llegada y salida de pasajeros. Actualmente, la infraestructura se restauró y tras la inauguración del espacio remodelado, el 5 de junio de 2010, algunos espacios han sido redistribuidos. Las bodegas funcionan hoy como salones de uso múltiple en la parte baja, seguidas por el Café del tren y las oficinas de Atención al cliente, donde se venden los boletos.
En el piso superior están las oficinas de la Hermandad de Ferroviarios Jubilados. Las bromas y las risas delatan a este espacio, en el que los antiguos maquinistas capacitan a 17 personas como aspirantes a ayudantes y mecánicos. Ellos serán la nueva generación de tripulantes. Así heredarán los conocimientos que aprendieron en México, Argentina, Brasil, España y Colombia, cuando los capacitaron.
Otros bloques funcionan como oficinas y en uno de ellos se adecuó el Museo del Tren, cuya entrada es gratuita. En esta antigua bodega existen diferentes implementos que se encontraron en el edificio abandonado y en las locomotoras. El paso del tiempo se evidencia en el color amarillo que impregna las hojas de los libros del embarque de los pasajeros, que asoma en una caja de cristal que lo cuida. También está el coche y las pesadas herramientas con las que arreglaban los trenes, cuando se averiaban en la vía.
El recorrido estremece cuando asoman grandes fotos de los accidentes sufridos en la ferrovía. La mayoría de cuadros retrata las recurrentes tragedias en el río Chanchán, ubicado en el cantón Alausí, de Chimborazo. Sus aguas arrasaban las rieles por la crecida, en invierno. También se puede conocer a los empresarios que planearon el tren y a los pasajeros que viajaron en esa época.
Las puertas en Chimbacalle permanecen abiertas todos los días desde las 08:00 hasta las 16:30. La entrada es gratuita. Desde la estación se puede dirigir hacia Machachi, Latacunga y El Boliche en recorridos para los turistas: desde las 08:00 y a las 08:30, de jueves a domingo. Los precios de la excursión oscilan entre USD 12 y 30.