Patrimonio Histórico>Convento de Santo Domingo> Historia
Talvez pocos conocen que un espacio del colonial convento de Santo Domingo fue destinado para la formación de los futuros policías, agrupados en la Escuela de Carabineros. Eso pasó en los turbulentos comienzos del siglo XIX, cuando gobernaban los liberales, según recuerda Vicente Ramos, encargado de Patrimonio del convento.
Ramos, quien recorre este emblemático y monumental complejo arquitectónico, señala el lugar que los policías ocuparon hasta 1960, año en el cual el presidente Velasco Ibarra devolvió a la orden: el Colegio San Fernando, en el ala noroccidental. “Por un decreto del presidente Eloy Alfaro –sostiene Ramos- otras casas religiosas fueron destinadas a espacios para militares y policías: San Francisco, San Diego, San Agustín; también edificios espirituales de Latacunga, Riobamba, Cuenca y Guayaquil”.
Todavía hay una placa, en Santo Domingo, que da cuenta de este hecho histórico. Sin duda influyó en la devolución la presencia del padre Luis Tipán Rojas, confesor de cabecera del doctor Velasco y superior del convento. Años más tarde, en noviembre de 1965, el sacerdote José María Vargas, erudito historiador de la orden dominica, creó el museo fray Pedro Bedón, en honor al religioso que fue un consumado pintor en la Colonia.
Situado en el espacioso jardín, adornado por una pileta de piedra, Ramos dice que en 1541 se inició la construcción, simple y rústica, que cobijó al primer grupo de cuatro frailes dominicos que llegaron a Quito, bajo el liderazgo del padre Gregorio Sarazo, apenas siete años después de la fundación española. Él recibió el solar del Cabildo quiteño en las llamadas explanadas de la Loma Grande. Hoy se pueden admirar, en uno de los zaguanes de piedra, las dos columnas, carcomidas por el tiempo, de la edificación primeriza.
El templo es uno de los más visitados por los feligreses. Tiene la estructura de la cruz latina: capillas laterales, amplia nave central y crucero decorado por una hermosa armadura de lazo mudéjar, en la que destacan figuras geométricas rojas y doradas. Ramos señala dos instantes claves de la iglesia: la actual conserva pocos elementos de la antigua decoración, sobre todo el artesonado mudéjar y los retablos laterales. “A finales del siglo XIX, durante la presidencia de García Moreno, llegó un grupo de frailes dominicos italianos y vieron a la iglesia deteriorada, acabada por un antiguo incendio”.
La misión religiosa italiana eliminó el añejo y maltrecho barroco y lo reemplazó por un sobrio y elegante estilo neogótico renacentista que se aprecia hoy, en especial el baldaquino del altar mayor y el cambio del remate de la torre. Se conserva la bella capilla de El Rosario, magnífica expresión del barroco quiteño del siglo XVIII.
En el retablo ricamente decorado se aprecia la imagen de Nuestra Señora del Rosario que habría sido donada a Quito por el rey Carlos V. La imagen llegó a Quito en 1548.
Jill Keeler y Kathy Shackle, dos turistas de Florida y de Arizona (Estados Unidos), resumen lo que es Santo Domingo: una casa de paz y arte colonial, en medio del bullicio de la céntrica ciudad.